Desde hace semanas el “Cumbre Vieja” en la isla de La Palma, nos tiene absortos con el espectáculo de su actividad, nos debatimos entre el espectáculo de ver a la naturaleza en acción y el horror de lo que se ha perdido y se seguirá perdiendo mientras esto siga activo.
Son estos momentos donde la naturaleza nos recuerda lo pequeños y frágiles que realmente somos, lo enorme y poderosa que puede llegar a ser, que formamos parte de ella y que con o sin nosotros, ella seguirá adelante.
Me resulta una reflexión vacía ya, un conjunto de frases hechas para salir adelante en una reunión y no quedar como un aburrido florero, pero… ¿Cuánto más deberá suceder para que cambiemos nuestra manera de llevar las cosas? ¿es tan difícil imaginar que formamos parte de un todo y que no somos los amos del mundo? ¿Es necesario que se quemen continentes enteros (Australia), bosques milenarios (Estados Unidos), el mar se trague ciudades enteras, o que nos cambien el tamaño de un trozo de tierra para reaccionar y cambiar?
Para la naturaleza, me parece, nos convertimos en una molesta infección, ella sigue, nosotros como todos los virus, ya nos llegará nuestro momento y nos agotaremos, desapareceremos y ya verá cómo se recupera, lo hará del carajo, estará estupenda y sin nosotros…