La tierra me duele

La nostalgia a veces es muy fuerte, hay días en que la añoranza y los
recuerdos te invaden y te dan un espinazo en el corazón, el problema es que lo
que estoy viendo y escuchando de lo que queda de mi país ya no lo reconozco y
esa punzada es más dura y dolorosa. Tengo amigos que aún están allí y lo que me
cuentan es difícil, lo único a su favor es que mis razones para migrar han sido
las correctas.
Son pocos los coterráneos con los que trato y todos mantenemos esta misma
sensación, somos callados y discretos, medimos lo que decimos y como lo
decimos, porque se perdió la confianza y el sentido de afinidad, casi todos
estamos de acuerdo en que los que llegan, vienen con el síndrome del odio y
completamente desorientados; Donde vivo no es una plaza fácil, la naturaleza de
los habitantes es reservada y desconfiada, no por ello reniego, porque una vez
te dan la oportunidad de conocerles son muy nobles y hospitalarios, pero si es
cierto que hay mucho de nuestra forma de ser que no les gusta.
También me he visto en la situación de encontrarme con coterráneos que
vienen con unas ideas y una educación que dista mucho de lo que una vez fuimos,
y no hablo de gente recién llegada, aquí hay mucho «Tío Conejo»
suelto y con años viviendo en la zona, razón del porque no busco asociarme a
las comunidades, suena antipático, pero ya me han escaldado varias veces…
La Venezuela que añoro ya no existe, regresar para mí ya no es opción, solo
me queda los recuerdos y saber que aún hay amigos nobles y honestos de aquel
lado del charco, los que tengo aquí y son de allá son pocos, pero valen lo que
pesan en oro. Solo me queda dejar en alto y con dignidad el haber nacido en la
«Tierra de Gracia» y que la gente vea lo mejor que podemos ser.
Deja una respuesta